13 janeiro, 2021

A las madres cristianas

 
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NUESTRA SEÑORA te bendiga!
Albert Bessiéres, S.I.
Transcripción de la edición de 1942 - 96 págs


PRÓLOGO

A LAS MADRES CRISTIANAS

  En el espíritu humano no hay espacios vacíos, como no los hay en las aguas oceánicas. Allí donde falta una noción verdadera, no tiene lugar el vacío, sino una idea falsa. Y pensar con ideas falsas, es peor que no pensar en absoluto.

  ¿Qué es la santidad? Como la de toda palabra sencilla, es difícil encontrar su definición. El público en general, y aun los mismos cristianos, se contentan con tener de ella una vaga noción, lo conceptúan como algo excepcional, en la categoría de las hazañas heroicas, o una cosa así como las pruebas de atletismo o como la ejecución de una obra maestra. Llama la atención que San Francisco de Sales, al escribir un verdadero Manual de la Santidad para las personas de su tiempo, le diera de intento y sin duda para mitigar el escándalo, el sencillo título, Introducción a la Vida Devota. Se nos podrá presentar, es verdad, innumerables "tratados de perfección cristiana", "manuales de vida interior", "catecismos espirituales", pero nadie se atrevería a ofrecer, en doscientas o trescientas páginas, un tratado tan completo sobre la santidad, con indicación del autor, editor y precio de la obra. Sin duda, porque la santidad no es únicamente una sabiduría que pueda aprenderse por la buena lectura. En la obra de la santidad somos dos, y el segundo o mejor dicho el primero, es aquel Espíritu de quien el Señor dijo que es como el soplo de la brisa nocturna, que no acostumbra ir por la huella de los caminos.

  Así que para tener ideas claras sobre la santidad, recurrimos a las vidas de los santos, a las Leyendas Áureas de la Edad Media, a los infolios pavorosamente extensos de los Bolandistas, a las biografías de todo género y valor; desde los libros de ilustraciones con escenas de Martirios, hasta las publicaciones científicas, precedidas de un estudio crítico de las fuentes y seguidas de una abundante bibliografía. Buscamos la santidad en los hechos, más que en teorías. Pero ¡cuántas veces no nos quedamos espantados y desorientados, desde las primeras páginas de la narración de esos hechos!
Le ha parecido evidente al piadoso autor de biografías de santos que la santidad es algo anormal; de tal modo, que su primer cuidado ha sido probarnos, que su héroe nada hizo como los demás hombres. Niño, era ya viejo: ab infantia ad senile gessit. Todavía lo amamantaban, y ya se preocupaba de ayunar los miércoles y los viernes, como se nos refiere de San Nicolás, quien más adelante, se apartaba de los juegos de sus compañeros para meditar. Nunca se reía. No le interesaban los pajaritos, ni los perros, ni las mariposas y mucho menos el alimento. A fuerza de ser sobrehumano, jamás había sido verdaderamente humano. Lo cual no se parece empero a la juventud de San Pablo, ni a la de San Agustín, San Jerónimo, San Ambrosio, San Basilio, San Francisco de Asís, San Ignacio, San Francisco Javier, San Felipe Neri, San Alfonso de Ligorio, ni a la de cien santos más. No obstante, semejantes vidas como la de San Nicolás, constituyen un modelo imprescindible, principalmente después de la ráfaga de estoicismo pagano que trajo el Renacimiento. El Espíritu de Dios es infinitamente más amplio que todos los convencionalismos académicos y reglas de escuela. Él busca sus elegidos, entre los niños inocentes, sin consultar nuestros caprichos arbitrarios, ha formado y forma constantemente verdaderos santos. El Verbo encarnado, Jesucristo, jamás dijo que los niños solo podrían entrar en el cielo a condición de parecerse a los adultos. Dijo cabalmente todo lo contrario. Jamás dijo que una madre de familia, una buena esposa muy atareada en su casa no pueda llegar a la santidad, sin pasar antes por la viudez. Él sabe muy bien que la tradición de la fe y de la piedad se mantiene en su Iglesia por medio de las madres. Tampoco ignora que si los curas párrocos pueden y deben instruir a sus feligreses, no tienen tiempo, ni disposición, ni poseen los medios adecuados para depositar en el alma de los pequeñuelos las simientes eternas, que sólo la mano cariñosa de la madre cristiana es capaz de alternar con las primeras
impresiones del alma que despierta a la vida.

  Santa Perpetua era santa y sin embargo se la venera como mártir. Santa Mónica, Santa Juana de Chantal son dos viudas. Una inmensa legión de nuestras santas cristianas son vírgenes. Aquí, por primera vez, en la buena y modesta Taigi, vemos asociarse la santidad con la simple vocación de esposa y madre. Y no es ciertamente la gloria del marido la que hace resplandecer a su mujer; como tampoco son los hijos gloriosos los que exaltan el nombre de su madre. No, todo lo que la Iglesia ha querido reconocer como santidad eminente es sencillamente el conjunto de virtudes de una mujer casada, honesta y valiente, agobiada por los múltiples cuidados de un hogar y de una familia.

  Tal vez los millones de madres cristianas esparcidas por el mundo, encontrarán, en esta vida de esposa y madre, el consuelo de saber que en lo sucesivo contarán con una patrona, y que nada, absolutamente nada, puede cerrarles el camino hacia la más elevada santidad, en la práctica de su magnífico ministerio.
Pierre Charles, S.I. Profesor de Teología

ÍNDICE

Prólogo
A las madres cristianas

Bibliografía y fuentes

PRIMERA PARTE
LA PREPARACIÓN

I. Lo que Roma y el mundo contemporáneo han visto... Una página de Louis Veuillot

II. La misión de la Beata Ana María Taigi

A. Modelo de santidad en la vida común
B. Expiadora
C. Baluarte de la Iglesia

III. -Los Orígenes. - Los Giannetti, burgueses de Siena

A. Nacimiento de Ana: 29 de mayo de 1769. - La ruina. - Partida para Roma, 1774
B. Roma: La escolar. - San Benito Labre

IV. A. Anita ama de casa y aprendiza, 1781

B. La crisis moral, 1782-1788
C. Doncella

V. Los esponsales y el casamiento de Ana Taigi

A. Se casa con un mozo de cordel del palacio Chigi, el 7 de enero de 1790
B. Segunda crisis

VI. La conversión. - Primeras ansiedades

A. El encuentro de la plaza de San Pedro y el de la Iglesia de San Marcelo
B. Purificaciones

VII. Ana María es recibida en la Tercera Orden de la Santísima Trinidad.

A. El maestro interior de humildad. - Éxtasis perpetuo
B. El sol milagroso

SEGUNDA PARTE

LAS ASCENSIONES DEL ALMA

I. A. La piedad filial de Ana

B. Modelo de esposas
C. Las suegras
D. Don Raffaële

II. A. Ana María, la mamá perfecta

B. La madre de los Dolores
C. Serenidad y «afianza

III. A. El camino real de la Cruz

B. El amor a la sumisión y la paciencia
C. La mortificación continúa

IV. A. Conversatio in coelis - La fe de la Beata

B. Su obediencia
C. Espíritu de oración - Tentaciones contra la fe

V. -La esperanza triunfante. - Pobreza y desprendimiento

VI. A. Caridad. – Éxtasis

B. La eucaristía sin velos
-Devoción a la Santísima Trinidad
-Al Sagrado Corazón
-A la pasión
-A Nuestra Señora de los Siete Dolores
-A San José y a los Santos Ángeles

VII. A. El corazón de una santa. Caridad por las almas del purgatório

B. Por los enfermos
C. Por los pobres
D. Ternura por los.... animales

VIII. A. Caridad universal - Poder de curar las enfermedades corporales

B. Las espirituales
C. Caridad con los enemigos

TERCERA PARTE

EL BALUARTE DE LA IGLESIA

I. -La misión de la Beata

A. La expiadora
B. Desolaciones
C. Enfermedades
D. Obsesiones

II. A. Crucificada por la salvación de las almas y el triunfo de la Iglesia

B. 1ª Beata y los Papas
C. Reputación de santidad y humildad
D. Las virtudes: Prudencia - Justicia - Economía y generosidad

III. A. El sol misterioso

B. Ana descubre en Él todas las cosas - La suerte de las almas difuntas
C. El orden sobrenatural y el orden moral - Los secretos de la naturaleza
- Las enfermedades - Los pensamientos - El porvenir

IV. -La que venció a Napoleón I y consoló a la madre de los reyes

A. Ana María Taigi y los Napoleónidas
B. Ana Taigi y Napoleón
C. Ana Taigi y el cardenal Fesch
D. Ana Taigi y Letizia

V. A. Últimas purificaciones

B. Última enfermedad
C. La muerte
D. La apoteosis

VI. -El Mensaje de la Beata Ana María Taigi al siglo XX

A. El hecho sobrenatural
B. La dignidad de los humildes

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